domingo, 25 de diciembre de 2011

Feliz Navidad


A todos los lectores de Presencia Católica les deseo una
Feliz Navidad.
Que el Hijo de Dios que ha nacido encuentre en sus corazones un lugar dónde estar a gusto y desde allí transformar el mundo.
Dios los bendiga a todos.

jueves, 24 de noviembre de 2011

El pensamiento del mes

"No es libre el que hace lo que quiere, sino el que hace lo que debe".
(Presencia Católica)

domingo, 20 de noviembre de 2011

Sobre censuras y autocensuras



Vanessa Saba
(Imagen tomada del blog "Los ojos del espectador")

Hoy domingo, en un diario de la capital, la actriz Vannessa Saba, uno de los personajes de "La Perricholi", miniserie recientemente censurada y, como consecuencia, recortada, lamentó el hecho y criticó la censura de dicha producción. Dijo: "La censura, si ha habido eso, me parece muy peligrosa, tanto en el arte como en la prensa, por más que algunas cosas no nos puedan gustar. ¿Quién tiene la objetividad absoluta para decir esto está mal?".

Y le respondo: Cuando está de por medio la integridad moral de los niños, no se puede hablar de me gusta o no me gusta; simplemente se ve si es moral o no lo es. Apasionamientos homosexuales, orgías dentro de un convento, fornicaciones y adulterios, en horarios de protección al menor, es objetivamente malo; y con esto respondo a su pregunta. En efecto, tenemos conciencia moral; sabemos darnos cuenta de qué es bueno y qué es malo; y... de manera absoluta, porque la verdad lo es. O piense usted si esas escenas que he mencionado educan a los niños.


Rodolfo Hoppe
(Imagen tomada de "tuteve.tv")

Por otro lado, el mismo medio periodístico dice que el productor argentino Rodolfo Hoppe, refiriéndose al mismo tema de la censura a "La Perricholi", dijo que la censura en televisión es necesaria, pero que ésta no debe partir del Gobierno o entes reguladores sino de los propios productores. "Si yo hago cosas procaces y hay niños mirando, eso debe ser censurado. La autocensura es lo que debe operar un productor, donde debe de saber hasta dónde debe llegar con la imagen. Esta conjunción de sonido e imagen puede ser muy agresiva".

Si queremos ser justos, el Sr. Hoppe no ha dicho que la censura no debe partir del gobierno; lo que ha hecho es opinar sobre el tema poniendo el acento en la autocensura que, a su parecer, debe operar el productor.

Es en torno a la censura y autocensura que deseo llamar a reflexión. Es cierto que hay este nivel de autocensura que toda persona debe ejercer como ser moral. La conciencia moral es capaz de hacernos ver qué es lo bueno y qué lo malo; y, por ende, qué es lo que conviene o no conviene. Sin embargo, ¿qué pasa cuando esa conciencia no está bien formada?, ¿cuando no distingue lo bueno de lo malo y todo le parece lícito, moralmente hablando? Es más, ¿qué pasa cuando esa persona no es capaz o no quiere autocensurarse? Allí interviene la autoridad. En efecto, son las personas más entendidas en el gobierno de los hombres quienes dictan leyes para defender los derechos humanos, y son ellos los que deben hacerlas cumplir. De un ciudadano se puede entender que pueda carecer de recto juicio moral, por las diferencias de grado de educación moral o voluntad para respetar los principios morales; pero de un gobernante no, porque está allí por sus aptitudes para buscar el bien moral de todos los habitantes del país.

Por ello, la censura debe venir del gobierno: si no existe autoridad que regule o que sancione, el pueblo podría sumirse en el caos moral y social.



martes, 15 de noviembre de 2011


ORIENTACIÓN SEXUAL
¿DERECHO DE LAS MINORÍAS?

Eduardo Enrique Carrión Vásquez

(Escrito para la revista virtual PÓLEMOS, de la Asociación Civil Derecho & Sociedad)

                                                      
El título del tema del presente número de la revista PÓLEMOS nos sitúa ante la pregunta de si la orientación sexual es un derecho de la persona humana, que en estos últimos tiempos están reclamando las minorías conformadas por homosexuales, lesbianas, bisexuales, travestis y transexuales (discúlpenme si me olvido de alguien).

Pues bien, respecto a este tema han surgido diferentes opiniones que han dado lugar muchas veces a enfrentamientos apasionados.  Por eso, lo que quisiera que quede claro es, en primer lugar, que no podemos quedarnos en las opiniones; lo conveniente es encontrar la verdad. Y, lo segundo, la reflexión y el diálogo que buscan la verdad no deben ser dirigidos por el apasionamiento sino por la razón, y con un espíritu calmado.

Quisiera por ello advertir que, para entendernos, debemos dejar los prejuicios (y las animadversiones que provienen de ellos), los que no hacen sino perjudicar la reflexión y el diálogo. Los prejuicios son eso: pre-juicios; es decir juicios previos a la reflexión, que me predisponen a desestimar la palabra del otro, considerando de antemano que todo lo que me pueda decir, o está equivocado o busca engañarme o lo dice porque está en contra mía. De esta manera, los prejuicios no permiten escuchar verdaderamente al otro; en el diálogo, lo único que haré será no buscar encontrar la verdad sino imponer lo que yo creo es verdadero; quiero encontrar la verdad sobre el tema en discusión, pero yo mismo me bloqueo con el prejuicio.  Así, encontramos los prejuicios de que la Iglesia Católica está pasada de moda, que es tradicional; que si tiene algo que decir lo diga a sólo sus fieles; o que la Iglesia es homofóbica. Por el otro lado encontramos los prejuicios (que no son de la Iglesia) de que los homosexuales son malos y que lo único que merecen es el desprecio y la marginación.  Si esos son los prejuicios que acompañarán al diálogo, mejor pongámonos de pie y vayámonos a nuestras casas,… y que Dios nos perdone.

Dicho todo lo anterior, me dispongo a exponer la enseñanza de la Iglesia Católica sobre este tema: la orientación sexual; y, si es un derecho o no de las llamadas minorías homosexuales.


Naturaleza humana y orientación sexual

La Iglesia Católica, que funda su doctrina sobre la Revelación divina, sostiene que cuando Dios creó al hombre los hizo varón y mujer (con sexos diferenciados), dándoles el mandato de unirse en una sola carne para procrear y poblar la Tierra. La Iglesia reconoce en ello el orden natural que Dios ha dado a la sexualidad humana.  Por eso, cuando la Iglesia habla del matrimonio señala que es un consorcio entre un varón y una mujer; y que tiene dos fines: el bien de los cónyuges (que se expresa en el amor y fidelidad mutuos) y la generación (procreación) y educación de la prole (hijos). Vuelvo a repetir que lo que enseña la Iglesia se fundamenta en la Revelación divina.

Dicho esto, la Iglesia reconoce como únicas orientaciones sexuales la del varón hacia la mujer y la de la mujer hacia el varón, las cuales son orientaciones de la naturaleza, no de la voluntad individual de cada persona: se tiende por naturaleza, no por decisión personal.  Quienes defienden el “derecho” a elegir una determinada orientación sexual están diciendo entre líneas que la orientación sexual no depende de la naturaleza sino de un querer personal; y lo que reclaman es que la sociedad les reconozca ese “derecho”. 


Naturaleza versus Cultura

En el párrafo anterior encontramos el verdadero problema cuando se discute sobre el tema de la homosexualidad: la Iglesia, por su lado, reconoce un orden natural en la sexualidad humana, orden establecido por Dios; y por el otro lado hay quienes defienden un orden cultural en la sexualidad humana, producido por la voluntad consensuada de los hombres. Dicho de otro modo, para unos el orden lo pone Dios y para otros el orden lo pone el hombre mismo, fruto de un acuerdo social que luego se expresa en lo legal. Asistimos pues a la confrontación entre Naturaleza y Cultura. ¿Qué responder ante esto?  Antes de responder veamos el otro punto que señala el título del artículo: el Derecho.


Derecho Natural y Derecho Positivo

La Iglesia reconoce en la voluntad de Dios el deseo de que los hombres se organicen en sociedad para poder ordenar sus vidas y alcanzar sus fines. De allí que el Derecho Positivo, me refiero al conjunto de leyes promulgadas por la autoridad competente de un país para ordenar la vida de sus habitantes, es algo querido por Dios y aceptado por la Iglesia.  Pero, la Iglesia entiende que ese orden social debe estar dado por leyes que respeten el orden natural, aquel que Dios ha dado a la naturaleza humana para que ésta alcance sus fines.  De esto se desprende que si Dios ha provisto a la naturaleza humana de diferenciación sexual, las leyes que promulgue el Estado deberán respetar y defender la unión entre el varón y la mujer en un consorcio de vida llamado matrimonio, el cual, por su propia naturaleza está llamado al amor y bienestar de los esposos y a la procreación de los hijos, con lo cual se garantiza la supervivencia no sólo de la especie sino del mismo pueblo.  Del Orden Natural deviene un Derecho Natural (la exigencia del respeto a mi propia naturaleza, la que Dios me ha dado). Antes del Derecho Positivo está, pues, el Derecho Natural fundamentado en el Orden Natural.  Las leyes del Estado deben respetar las leyes de la naturaleza humana; no existen derechos fuera del orden natural; esto es lo que defiende la Iglesia. Por eso, la Iglesia no aprueba la homosexualidad; mucho menos el matrimonio homosexual. Y la razón está clara: no responde al orden establecido por Dios en la naturaleza humana.

De todo lo dicho anteriormente se desprende lo siguiente: toda persona humana puede y debe reclamar el respeto de los derechos que por naturaleza le corresponden; que el Derecho Positivo respete su Derecho Natural. Eso es lo ordenado según razón.

Ahora se puede ver con claridad cuáles son las razones por las que la Iglesia no acepta que la orientación sexual sea cosa de elección personal (pues la orientación la da la naturaleza); por qué rechaza el matrimonio gay (o sus variantes); y por qué no reconoce el supuesto derecho a elegir la orientación sexual. La Iglesia dice claramente: no existe ese derecho en el orden natural; no puede o debe existir derecho alguno en el orden social.

Vemos, pues, que la Iglesia sólo es consecuente con sus principios. Pero, surge entonces una pregunta: ¿qué dice la Iglesia sobre la homosexualidad, ¿cómo trata a los homosexuales?, ¿es ella homofóbica?

La Iglesia frente a la homosexualidad

Sin pretensión de agotar el tema, creo conveniente decir lo siguiente:

·         La Iglesia ve la homosexualidad como una desviación sexual. En efecto, siendo lo ordenado que un sexo se dirija hacia el opuesto, el dirigirse hacia el mismo sexo significaría una desviación.  La Iglesia considera que esta situación por la que pasan las llamadas minorías… no debe reclamar legalización sino terapia; siendo una desviación donde cuenta lo psicológico, puede ayudar mucho un tratamiento psicológico.

·         La Iglesia respeta al homosexual, a quien llama persona. La Iglesia no niega, antes afirma, que el homosexual es persona y como tal merece el respeto debido.

·         La Iglesia no acepta la práctica homosexual, la cual considera fuera del orden moral establecido por Dios.  El homosexual que tiene esas prácticas estaría en pecado mortal (como cualquier otro que contraviniere las leyes divinas) y necesitaría el arrepentimiento y el propósito sincero de no volver a dichas prácticas, para confesarse, recibir la gracia y ser santo.

·         La homosexualidad no es pecado, la práctica homosexual sí lo es.  La homosexualidad no es pecado porque la tendencia a las personas del mismo sexo es algo involuntario en el homosexual. La práctica homosexual sí es pecado, por las razones ya explicadas.

·         La Iglesia no niega que una persona homosexual pueda ser santa y tener un lugar en el Cielo.  La condición para ello es negarse a tener pareja o a practicar la sexualidad; y llevar una vida santa.

·         La Iglesia reconoce que para la persona homosexual es muy duro negarse a tener pareja; reconoce en ello una cruz que ha de llevar.

·         Visto lo anterior, podemos darnos cuenta que la Iglesia no es homofóbica, que respeta a la persona homosexual; pero ubicándola frente a la ley divina. 


Sobre qué construir la sociedad

Viene ahora, de manera oportuna, preguntarse sobre ¿cuál es el fundamento sobre el que se debe construir la sociedad: la naturaleza o la cultura?  Así, daremos respuesta a la pregunta que quedó pendiente.

Si en la naturaleza encontramos la diferenciación de los sexos; si encontramos en ello una finalidad: procrear y mantener la supervivencia de la especie humana; si las sociedades se sostienen en las familias (formadas con varón y mujer que procrean hijos), lo más sensato es pensar que la sociedad debe construirse sobre la naturaleza. Esta tendrá sus propias expresiones culturales, las cuales obedecerán a leyes que no provienen del deseo personal o corporativo de ciertas minorías, de las cuales ya hemos hablado, sino de un orden impreso en la naturaleza humana.

Naturaleza y cultura no se oponen cuando la segunda se forma a partir de la primera.  Pero si se quiere ignorar esa referencia natural y se pretende una cultura basada en el consenso, podemos llegar a edificar sociedades sobre cualquier cosa que se nos ocurra; puede ser: la superioridad y preeminencia de alguna raza, la “verdad” atribuida a alguna ideología en particular (de derecha o de izquierda), o unos pretendidos derechos a escoger la orientación sexual y a formar “familias gay”.


Las ciencias dan la razón a la Iglesia

Quiero terminar este artículo diciendo que la Biología, la Psicología, la Sociología, la Historia... dan razón al planteamiento de la Iglesia: la Biología nos dice que los dos sexos tienen una finalidad natural; la Psicología apoya a la Biología distinguiendo y valorando las diferencias psicológicas de ambos sexos como convenientes para la complementariedad de la pareja heterosexual; la Sociología entiende que las sociedades no pueden sobrevivir sin el matrimonio heterosexual; la Historia muestra que las civilizaciones siempre se han formado respetando la diferenciación sexual y el matrimonio; y que aún en aquellos pueblos donde hubo homosexualidad, ésta se dio como algo anormal; nunca se le dio legalidad.  Las cosas en su debido orden natural.  Todo lo que esté fuera de este orden no tiene fundamento racional.













miércoles, 9 de noviembre de 2011

Otra vez el aborto terapéutico


Ahora se trata del Comité para la Eliminación de la Discriminación Contra la Mujer de la ONU (CEDAW), que ha tenido la ocurrencia de sancionar al Perú por negarse a practicar el aborto terapéutico a una adolescente y llamarlo a establecer un mecanismo que legalice esta práctica.

Sobre la moralidad del aborto terapéutico, pueden consultar nuestro artículo del 13 de octubre; y sobre la despenalización del aborto terapéutico por parte del Código Penal Peruano, el artículo del 16 de octubre.

El juicio crítico sobre esta pretensión de la ONU y el caso que utilizan para justificar su sanción y llamado está debidamente tratado en el URL que a continuación le alcanzamos:

http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=35250

Presencia Católica cumple, de esta manera, con alcanzar a sus lectores los intrumentos necesarios para formar criterio frente a estos temas controvertidos.

Valores Humanos y "La Perricholi"

Perricholi.jpg

Retrato de un relicario presuntamente de Micaela Villegas


Días atrás ha salido en algunos diarios de Lima la protesta de Michel Gómez y Eduardo Adrianzén, director y guionista, respectivamente, de la miniserie "La Perricholi", a causa del recorte de escenas y adelanto del final de la producción televisiva. A estas protestas se unieron las de Melania Urbina, la protagonista de la fallida producción. La culpa se la atribuyen a la acción de la asociación "Valores Humanos", responsables de la denuncia; sugiriendo la actriz que detrás de todo esto está la Iglesia.

La verdad completa sobre este tema podrá conocerla usted mismo, amable lector, en el URL que le presento a continuación: http://nuestroslogros.wordpress.com/ .
Usted podrá darse cuenta de que el fondo del tema no está relacionado ni con la homofobia ni con razones ideológicas, mucho menos con cucufaterías, como dicen el director y el guionista de la producción; ni con una supuesta posición en contra de la libertad de expresión por parte de la iglesia, como lo insinúa la actriz; se trata, en realidad, de VALORES HUMANOS. Afortunadamente, todavía tenemos leyes.



miércoles, 2 de noviembre de 2011

No es indiferente...


Para comprender mejor este artículo, es conveniente leer el que publicamos el 3 de octubre de 2011: Palabras y significados: Teísmo, Deísmo, Ateísmo y Agnosticismo.

No es indiferente ser teísta, deísta, agnóstico o ateo. Las consecuencias personales, sociales y políticas así lo demuestran.

Y para entender mejor lo que a continuación se tratará, conviene partir de la idea clara de que el teísta vive teniendo en cuenta a Dios en su vida, mientras que los demás no. El deísta, como sabemos, cree que Dios, una vez creado y ordenado el mundo, no se ha ocupado más de él; el agnóstico cree que no es posible saber si Dios existe, ya que piensa que sólo podemos estar seguros de los datos de la experiencia sensible (lo que vemos, tocamos...); el ateo, finalmente, piensa que Dios no existe.

Dicho todo lo anterior, pasemos a ocuparnos de las consecuencias de ser creyente (teísta), sobre todo, católico.

El teísta cree que hay un Dios que ha creado y ordenado todo cuanto existe. No sólo el universo, cuyo orden la ciencia trata de explicar cada día de mejor manera; sino también al hombre, dándole un orden a sus actos: en lo personal, en lo social y en lo político, que debe llevarlo a la finalidad para la cual ha sido creado: alcanzar la plena bondad y felicidad.

Conforme a esta certeza, el teísta tiene un ideal de vida: excelencia en la virtud que lo lleve a formar una sociedad justa, donde todos tengan la oportunidad de lograr su pleno desarrollo y felicidad. Lo que garantizaría el logro de este ideal sería un modo de vida regido por las Leyes divinas, las que ordenarían la vida social a través de leyes humanas que respeten ese orden moral que Dios ha dado a la vida del hombre para que pueda alcanzar su fin. La fe del teísta le lleva, entonces, a entender la Política como la tarea de conducir al hombre a la consecución de su bienestar y felicidad, según Dios, quien mejor que nadie sabe lo que conviene al hombre.

Vemos, pues, cómo la fe en un Dios Creador y Ordenador trae consecuencias en la actuación del hombre en su vida personal, social y política. El gobernante teísta dictará las leyes ajustadas a la Ley divina, para garantizar una vida social justa que permita una vida en paz.  Así, legislará en favor de la vida (desde la concepción hasta la ancianidad); en favor del matrimonio heterosexual (que corresponde a la diferenciación sexual que ha dado la naturaleza al género humano); de la justicia social (importante para una convivencia social pacífica), etc. Para el teísta, Dios es la medida de todas las cosas.

No es así con quien no cree en Dios o prescinde de Él. Para este tipo de personas, el ordenador de la vida social no es Dios con sus Leyes, sino el hombre con las suyas. Si el gobernante ateo, deísta o agnóstico viera conveniente legislar en contra de la vida (aborto, eutanasia); o del orden de la naturaleza (matrimonio entre invertidos); o de la justicia social; lo haría sin más; porque para él es el hombre la medida de todas las cosas.

Dejo las cosas ahí, para volver más adelante sobre las mismas. Las verdades del pensamiento católico hay que digerirlas poco a poco, para lograr una buena intelección de las mismas.

De todos modos, llamo la atención sobre lo siguiente: ¿no se ha dado cuenta, estimado lector, que los debates entre nuestro Cardenal y los militantes pro-aborto, pro-matrimonio gay, feministas, laicistas y "libre-pensadores" expresan lo que se ha explicado más arriba?  El señor Cardenal es teísta, los otros no lo son. Para el señor Cardenal, las cosas se miden según Dios; para los otros, las cosas se miden según el hombre.





sábado, 29 de octubre de 2011

miércoles, 19 de octubre de 2011

El joven Ratzinger y las Juventudes Hitlerianas


Ayer se cumplió un año de la carta que envió el Papa Benedicto XVI a los seminaristas de toda la Iglesia, cuya introducción nos muestra quién fue el joven Ratzinger:
"Queridos seminaristas:
En diciembre de 1944, cuando me llamaron al servicio militar, el comandante de la compañía nos preguntó a cada uno qué queríamos ser en el futuro. Respondí que quería ser sacerdote católico. El subteniente replicó: "Entonces tiene usted que buscarse otra cosa. En la nueva Alemania ya no hay necesidad de curas". Yo sabía que esta "nueva Alemania" estaba llegando a su fin y, que después de las devastaciones tan enormes que aquella locura había traído al país, habría más que nunca necesidad de sacerdotes... "

Joseph Ratzinger, a sus 16 años, tuvo que responder al llamado del servicio militar en el contexto de una guerra mundial iniciada por Alemania, pero que ya iba perdiéndola. Él y todos los seminaristas, habían sido afiliados a las Juventudes Hitlerianas desde hacía dos años, muy a pesar de ellos mismos y de sus obispos, que ya no pudieron más negarse a dicha afiliación de sus jóvenes.

Pero, la respuesta del joven Ratzinger al comandante de la compañía: "Quiero ser sacerdote", nos indica claramente qué había en el alma de este joven: amor a Dios y a los hombres; no el desprecio que los nazis sentían y mostraban por los demás en la creencia de su supuesta supremacía racial.

Sin embargo, no faltan quienes con evidente mala intención quieren hacer creer a la gente que el joven Ratzinger fue un nazi convicto y confeso. Y lo penoso es que, con ese veneno afectan a personas sencillas que, no acostumbradas a la investigación y a la reflexión, dan por sentado lo escuchado; o, al menos, se sienten desilusionados del Santo Padre por la posibilidad de que esto pueda ser cierto, de que haya habido un pasado oscuro en la vida de nuestro Papa Benedicto XVI. En realidad, no hay nada oscuro, todo está claro: un joven que desea ser sacerdote y que llamado al servicio militar de su patria acude porque no tiene otra posibilidad de elección, al igual que muchos jóvenes alemanes que vivieron esa misma situación y que después de la guerra fueron quienes reconstruyeron Alemania.

Presencia Católica alcanza a sus lectores esta información, a fin de que sea la verdad la que prevalezca y no la mentira dicha, evidentemente, con mala intención.

domingo, 16 de octubre de 2011

ABORTO TERAPÉUTICO (II) La Constitución y el Derecho Penal

Continuamos orientando a nuestros lectores acerca del aborto terapéutico.

La Constitución y el Derecho Penal

La Constitución reconoce y defiende la vida del concebido (Artículo 2, inciso 1), y el Derecho Penal penaliza el aborto (Artículos 114°, 115°, 116°, 117°, 118° y 120°), pero despenaliza el aborto terapéutico, (Artículo 119°). ¿Cómo entender esta excepción a la ley constitucional?

Analicemos el Artículo en mención, para sacar nuestras conclusiones, y hagamos una crítica sobre el acierto o desacierto de la norma.

Veamos lo que dice el Derecho Penal:

Aborto terapéutico, necesario o impune

  Artículo 119°.- No es punible el aborto practicado por un médico con el consentimiento de la mujer embarazada o de su representante legal, si lo tuviere, cuando es el único medio para salvar la vida de la gestante o para evitar en su salud un mal grave y permanente.

En primer lugar, se sigue reconociendo que el acto es un delito: (se le sigue llamando aborto, y el aborto es un atentado contra el derecho a la vida del concebido, defendido por la Constitución); pero señalando que, a pesar de ello, se le exime de punibilidad; es decir, se le quita la pena debida.

¿En qué se estaría basando el legislador para quitar la pena a un delito como éste? El legislador, indudablemente, aplica el criterio jurídico de Estado de Necesidad, como causa que elimina la represión (o aplicación de la pena). ¿Por qué? Porque no considera razonable exigir a la madre el sacrificio heroico de su vida en favor de la vida del hijo que lleva en las entrañas. De allí que, se ve la necesidad de que para salvar la vida de la madre, se atente contra la vida del hijo. A eso se llama "Aborto terapéutico, necesario o impune".

Hasta aquí la comprensión del pensamiento e intención del legislador para eximir de pena un delito tan grave como es el atentar contra la vida inocente e indefensa del hijo que se lleva en las entrañas.


Crítica al Artículo 119° del Derecho Penal

El legislador ha hecho un uso desacertado del Estado de Necesidad, el cual podría perfectamente aplicarse para casos de enfrentamiento armado de policías o militares en cumplimiento de su deber, o en el caso de quitar la vida a otra persona en un acto de defensa de la propia vida. Allí sí, se estaría sacrificando la vida de otro por salvar la propia vida, en el contexto de una defensa contra el injusto agresor; la necesidad del acto y su impunidad estarían perfectamente justificadas. Pero en el caso de quitar la vida al hijo que se lleva en las entrañas para salvar la propia vida (la de la madre), el Estado de Necesidad no es el criterio jurídico adecuado, ya que el feto no es ningún agresor injusto. Lo que se está aplicando más bien es el criterio inmoral de que el fin justifica los medios: para salvar la vida de la madre (fin bueno), atento contra la vida del hijo que lleva en el vientre (medio malo). Bien sabemos que esta "ley moral" es inaceptable en toda sociedad civilizada; es una ley maquiavélica que justificaría las mayores y atroces injusticias; de hecho, hay muchos ejemplos históricos que nos lo han demostrado.


Palabras finales

Desde Presencia Católica afirmamos que habría que reconsiderar este Artículo nefasto del Derecho Penal, con el fin de, reconociendo el yerro, penalizar el aborto mal llamado terapéutico, como están penalizados todos los demás, y desestimar la petición de la Ministra de la Mujer y de organizaciones abortistas, en orden a la elaboración y promulgación de un Protocolo para el Aborto Terapéutico; ya que tal petición no se ajusta a la razón.

jueves, 13 de octubre de 2011

ABORTO TERAPÉUTICO (I) Moralidad del acto


Alcanzamos a nuestros lectores algunas consideraciones sobre el llamado Aborto Terapéutico, a fin de que sepan cuál es su calificación moral.
Ubicación
El llamado Aborto Terapéutico entra en la clasificación de aborto provocado; es decir, aquel donde de modo directo se busca provocar la muerte del feto.

Calificación Moral
Todo acto humano dirigido a acabar con la vida humana es inmoral. Por lo tanto, el llamado Aborto Terapéutico es inmoral.
Incongruencia del nombre
Llamar al aborto terapéutico es absurdo, ya que éste no cura nada, antes bien va dirigido a quitar la vida del nonato (no nacido).

Contingencias
Hay casos en que la salud de la madre requiere la administración de un medicamento o tratamiento que puede acabar con la vida del feto. En caso se decida por ello (tomar la medicina o recibir el tratamiento), la acción directa del médico o enfermera y la intención de ellos y de la madre irían dirigidos a conseguir la salud de la gestante; y, aunque el feto sufra la muerte, el acto sería moralmente bueno, ya que se ha buscado curar a la madre; la muerte del feto sería una consecuencia que no se busca sino se tolera. La ley moral que se aplica en este caso se llama “Ley de doble efecto” (se busca el efecto bueno y se tolera el efecto malo, que es inevitable). Pero, buscar directamente la muerte del feto es inmoral y debe ser penado, porque en una sociedad civilizada, la vida humana recibe el mayor respeto. Nuestra Constitución defiende la vida del no nacido (Constitución de 1993), en concordancia con el fin supremo de la sociedad y del Estado: defender la persona humana y hacer respetar su dignidad.

Cabe señalar que sólo se permite esta atención médica de la madre en caso de peligrar su vida. Sin embargo, la madre podría decidir que su hijo viva aunque ello le acarree la muerte. Lo cierto es que siempre el acto que se realice tendrá que estar dirigido a salvar la vida, sea de la madre o del nonato y nunca buscar provocar la muerte de ninguno de los dos.

Próximo artículo: Aborto Terapéutico (II): La Constitución y el Código de Derecho Penal

viernes, 7 de octubre de 2011

Los verdaderos equivocados

La comunidad universitaria de la PUCP, en su página EN DEFENSA DE LA PUCP, trató de "dorar la píldora" en referencia a la foto que el diario CORREO difundió hace dos días, donde el rector de la Católica, Marcial Rubio, y sus vicerrectores, posaron ante una cámara fotográfica festejando la representación burlesca que del señor Cardenal hacía un alumno. Se pretende justificar aquello presentándolo como una manifestación cultural dentro de las muchas que hacen los alumnos dentro de lo que se denominan JUEVES CULTURALES. El comunicado lo titulan: A propósito de una "equivocación", aclarando la fecha en que realmente fue tomada la foto. El título del comunicado nos sirve para hacerles ver a los autores de la nota que ciertamente ha habido una equivocación de fecha, pero también otra de diferente tipo: el modo como ellos, universitarios, entienden la cultura. Un verdadero católico entiende que una universidad debe ser un foco de cultura, pero entendida ésta como el desarrollo integral de la persona humana que se proyecta hacia la edificación de la sociedad desde una profesión que se ejerce siempre en vistas a un progreso no sólo material sino espiritual, tratando de hacer que el respeto y la justicia sean las características de la vida social : ésta cultura, entendida como excelencia personal, manifiesta el nivel universitario de los alumnos. La equivocación, pues, está en ellos. Pero, ¿querrán salir de su error?

miércoles, 5 de octubre de 2011

Ignorancia y falta de decencia

Del nuevo procurador anticorrupción Julio César Arbizú González


Hoy aparecieron en diferentes medios de prensa escrita las expresiones injuriosas que el abogado Julio César Arbizú González, recientemente designado como Procurador Anticorrupción, vertió contra el Cardenal Cipriani y contra la Iglesia: "Si existe demonio debe ser como Cipriani" y "La PUCP no puede pasar a ser un claustro oscurantista. Cipriani y la Iglesia son un lastre para la sociedad moderna, libre y plena".
Respecto a la primera expresión, si el Sr. Arbizú sigue pensando y expresándose de esa manera, corre el riesgo de que le ocurran dos cosas: una, que finalmente compruebe que sí existe el demonio; y, dos, que el demonio no había sido como el Cardenal y que las oraciones del prelado ya no le servirán de nada.
En cuanto a la segunda expresión, como hombre instruído (no digo educado) debe saber que lo moderno no siempre es señal de progreso moral; la prueba la da él mismo: habla con una falta de respeto que antes no podía siquiera pensarse. ¿Sociedad libre? La libertad en una sociedad debe llevar a una convivencia pacífica garantizada por el respeto a las personas; y él demuestra no ser capaz de ello. ¿Sociedad plena? Una sociedad es plena cuando los ciudadanos han entendido que no puede haber un desarrollo completo en el hombre si no se atiende al cuidado de la dimensión religiosa que da sentido a la vida y provee de luces para orientar nuestras acciones morales. El señor Arbizú carece de este conocimiento y de allí su poca altura como persona.
El cargo recibido por el señor Arbizú le queda grande; necesitamos en el gobierno de nuestro país personas decentes, cuya presencia y palabras sean un ejemplo a seguir por los jóvenes que, amando al país, decidan dedicarse a la política o al servicio de su patria desde el gobierno.

El rector “católico” de la Universidad Católica


Portada del diario CORREO,
 donde se puede apreciar la "catolicidad" del rector de la Universidad Católica.
Sobran comentarios.

lunes, 3 de octubre de 2011


Palabras y significados

Teísmo, Deísmo, Ateísmo y Agnosticismo

Teísmo
Creencia en un dios personal y providente, creador y conservador del mundo.

Los católicos, p. e., somos teístas.


Deísmo.
Doctrina que reconoce un dios como autor de la naturaleza, pero sin admitir revelación ni culto externo.


Ateísmo.
Doctrina que niega la existencia de Dios.


Agnosticismo.
Actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia.


sábado, 1 de octubre de 2011

Malos modales y "mala leche"



No es intención de este blog aportar algún elemento más de juicio sobre el tema de la Católica, ya que el lector cuenta con todo lo que se ha dicho y se sigue diciendo al respecto, tanto por parte de las autoridades de la universidad como del Arzobispado, y el tema finalmente será dirimido por la justicia. Lo que queremos es, más bien, atraer la atención sobre los modales que expresan lo que realmente se tiene en el corazón. La manifestación que protagonizaron algunos alumnos y el rector de la universidad al término de la asamblea universitaria del viernes 23 de setiembre último que sirvió para marcar formalmente distancia de la Iglesia (ya que la distancia en pensamiento y en actitud frente a su canciller venía de mucho antes), nos muestra la calidad de personas que son; "... por sus frutos los conocerán", dijo el Señor. Realmente es una pena que haya dado la vuelta al mundo una mala imagen de la Universidad Católica. En su lugar, pudo darse simplemente un comunicado o conferencia de prensa por parte del rector, para expresar las conclusiones de la asamblea. Y es lamentable, también, porque no todos los alumnos y profesores de la universidad son de la misma calaña. Los malos modos y la "mala leche", por otro lado, no son, en absoluto, características de un nivel universitario y mucho menos católico.

jueves, 29 de septiembre de 2011

El pensamiento del mes


“El noble sólo busca la verdad y no se aferra con ciega obstinación a su criterio”.
(Confucio)

 Si bien es de desear que las personas actúen con criterio, puede darse el caso de que éste no se fundamente en la verdad, de modo que pueda fallarse en el actuar. La búsqueda de la verdad hará que cada vez mejoremos nuestro criterio.
¿Lo habías pensado?




Contra Dios y contra el Papa

El 2 de setiembre, en "Diario 16", la columnista Francesca Emanuele escribe un artículo titulado "LA BENEFICIARIA IGLESIA CATÓLICA (PARTE 1°)" en donde vierte una serie de blasfemias, acompañadas de injurias contra el Papa Benedicto XVI, para luego pasar a una crítica a la Iglesia, nada original, por cierto. Una semana después, vuelve al ataque a la Iglesia en su artículo: "REFLEXIONES CATÓLICAS", donde, para empezar, siendo periodista, no ha sabido poner el título adecuado, ya que el contenido del artículo muestra más bien unas REFLEXIONES CONTRA LA IGLESIA CATÓLICA.
     No es mi propósito responder a cada expresión malintencionada, ya que, en los comentarios a su columna, la periodista en mención ha sido debidamente criticada por su evidente falta de rigor profesional e intelectual. Lo que más bien quiero comentar es la manera como esta señorita ejerce una profesión tan importante como es el periodismo. El uso de la blasfemia y de la grave injuria contra el Papa revelan que la periodista en cuestión carece del más elemental principio de la convivencia humana: el respeto. Se puede ser ateo, pero respetuoso. Se puede pensar distinto a como piensa el Papa, pero respetar su persona, más aún por su investidura. A nadie se le puede ocurrir que la blasfemia o una grave injuria contra un personaje de la categoría del Papa pueda añadir dignidad a quien las comete. Lo único que ha mostrado la señorita periodista es su poca calidad humana y su mucha ignorancia sobre los temas que menciona y que cree conocer.
     Si hago este tipo de observación es para ayudar al lector de nuestro blog a descubrir aquello que está detrás de esta forma de hacer periodismo: una falta de respeto que no sólo ofende a las personas a quienes trata en sus artículos periodísticos sino también a los lectores que esperan encontrar un nivel mínimo de profesionalismo y se encuentra con una mediocre y mala forma de hacer periodismo. Afortunadamente, hay periodistas que sí dejan bien en alto la profesión.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Soy científico y creo en Dios

Sir Arthur Stanley Eddingtong (1882-1946), célebre astrónomo inglés, afirmó: "Ninguno de los inventores del ateísmo fue naturalista. Todos ellos fueron filósofos muy mediocres".

    Recuerdo mis años de estudiante universitario cuando algunos de mis profesores negaban a Dios en nombre de la ciencia; y viene a mi memoria, también, el testimonio de una joven bióloga que me contó que, al empezar su carrera, la profesora dijo a los alumnos que debían dejar de estudiar biología si eran creyentes, porque una y otra cosa se excluyen necesariamente.
    Este pensamiento equivocado aún circula en ciertos ambientes "intelectuales" y está presente en muchas mentes de personas no intelectuales que fueron persuadidas por discursos falaces de quienes se presentaban como encarnaciones de la sabiduría, aunque fueran en realidad secuaces intelectuales de filósofos mediocres, en palabras de Eddington (yo diría, más bien, filósofos reduccionistas caídos en el ateísmo).
     Pero no podemos situarnos "en la acera de enfrente", sin más, contradiciendo a quienes no piensan como nosotros por carecer de la fe que poseemos. Es necesario dar razones que fundamenten nuestra posición, que es lo que voy a hacer a continuación.
     Me dirijo a creyentes, principales víctimas de los ataques a la fe recibidos en la sociedad actual. Lo primero que hay que decir es que, siendo Dios el Creador de todo cuanto existe y habiendo dotado al hombre de la capacidad de conocer la realidad y descubrir sus leyes, es ilógico pensar que tenga que haber contradicción entre la fe en la existencia de Dios y la Ciencia que investiga su Creación. Es lo que reconocen, no sólo el astrónomo Eddingtong, cuyas palabras inician este artículo, sino muchos otros científicos, como Albert Einstein y hasta el mismo Charles Darwin, quienes encuentran absurda una incompatibilidad entre la fe y la ciencia.
     Por eso, si como creyente escuchas a tu profesor universitario o a algún personaje ateo decir que fe y ciencia son incompatibles, sólo piensa que aquel habla por ignorancia, influenciado, con toda seguridad, por alguna ideología atea que no reconoce la existencia de Dios, Creador de la realidad que el hombre investiga científicamente con la inteligencia que Él mismo le ha dado para eso.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

A modo de presentación

    El Catolicismo está viviendo momentos difíciles; la sociedad occidental actual está marcada por un antropocentrismo que, desplazando a Dios, ha arrojado al hombre a la desorientación existencial. De allí el relativismo de la verdad y, dentro de él, el relativismo moral; al no haber un referente divino para un conocimiento de la realidad y para la acción moral, no quedan sino los muchos referentes humanos que dan origen a los diferentes modos de entender la vida y de vivirla y que, para coexistir pacíficamente, recurren al muy manido concepto de tolerancia. Todo esto, aunado a intereses egoístas, ha producido en estos tiempos una actitud de rechazo al pensamiento católico, el cual contradice esta cosmovisión relativista, cuestionándola en sus múltiples expresiones. En efecto, el pensamiento católico, fundamentalmente teocéntrico, permite al hombre conocer su origen, el fin para el cual ha sido creado y el camino que debe recorrer para alcanzarlo.  Además, el pensamiento católico es capaz de conocer la verdad, en contra de la opinión; y el bien, en contra de la preferencia. Por ello, el pensamiento relativista, ve en el pensamiento católico un enemigo al cual combatir y eliminar, si acaso quiere seguir manteniendo un sistema que le permite vivir según sus intereses. Sólo así se explica los muchos ataques a la Iglesia que vemos en los medios de comunicación y en la mayoría de universidades, a los cuales Presencia Católica desea hacer frente, con el fin de que nuestros lectores puedan "escuchar a la otra parte" antes de emitir un juicio.
    Pero, no sólo se trata de hacer una defensa del Catolicismo, con la muy noble intención de evitar que el lector sea engañado y alejado del pensamiento católico, privándolo así de una luz intelectual valiosísima para la construcción de su propia vida y de la sociedad en la que vive; es necesario, también, alcanzarle  elementos de formación personal que le permitan ir construyendo él mismo su propia personalidad.
    Y para completar el servicio, alcanzaremos al lector noticias católicas de interés y todo aquello que en el caminar vayamos viendo de utilidad para su formación intelectual. Prometemos no defraudarlo.