jueves, 1 de marzo de 2012

OPINIÓN

Sobre racismo, mitos e idiosincrasia (II)

(Imagen tomada del blog de Juan Haro) 

Mitos
El caso que venimos tratando nos lleva a otra consideración; la del mito de que “los niños son buenos por naturaleza”; o peor, aún, de que no son conscientes (y por lo tanto son inimputables) de las cosas malas que hacen. Esto lleva a exculparlos de toda acción mala que pudieran hacer, como la del adolescente del cine (los únicos culpables serían sus padres; él no).
Sobre esto hay que decir lo siguiente: la Religión Católica (a la que muchos quieren ignorar) nos enseña que el hombre nace bueno, pero inclinado al mal; la Psicología nos enseña que el niño tiene conciencia moral; es decir, sabe distinguir lo bueno de lo malo; dicho en lenguaje común: “sabe lo que hace”; el Derecho, que ve la realidad de las cosas para legislar, crea correccionales de menores, reconociendo en ello la responsabilidad moral de los menores de edad.
Entonces, eso de que el niño deba ser exculpado de acciones contrarias a la Ley, por no ser consciente de lo que hace, no tiene fundamento real.
Este hecho nos da pie para hablar de educación y responsabilidad personal. Empecemos reconociendo la necesidad de educar al hombre para ayudarle a su pleno desarrollo como persona; a la perfección de su ser. Y como el hombre es un ser social, su máxima perfección ha de expresarse en la capacidad de convivir con los demás en un clima de respeto. Y la educación está a cargo de los padres, de los maestros y de la parroquia (si es que van). En este sentido, hay una responsabilidad en los demás respecto a la formación de los niños. Pero, por otro lado, el niño también tiene cierta autonomía para decidir por lo bueno o por lo malo, de secundar su inclinación al bien o al mal. De allí aquello de “la oveja negra de la familia”; el que a pesar de haber sido educado en el bien con la palabra y con el ejemplo, decidió ir por otro camino. O del muchacho que, no se entiende, es bueno a pesar de su entorno familiar y del vecindario en donde vive.
Esto último, nos pone ante la realidad de responsabilidad personal del niño. El tema es largo, porque convergen muchos factores en la formación moral de los seres humanos. Sin embargo, no podemos dejar de señalar este mito.
Pasemos, ahora, a considerar otro mito: “El niño no debe ser castigado”. Hay quienes prefieren hablar de corrección y no de castigo. Creo, personalmente que debemos hablar más bien de castigos que corrigen. En efecto, debemos entender la importancia del castigo para la buena formación de la conciencia moral. Saber y experimentar que los actos buenos merecen reconocimiento y premio y que los malos, reprensión y castigo, ayuda a adaptarse a una vida social ordenada y justa. Si no se castiga, desaparece el sentido de justicia. El castigo es tan humano y saludable como la condecoración. Ahora, ¿qué tipo de castigo debe aplicarse? Ese es otro tema; en otro momento trataremos sobre él; ahora sólo deseo dejar sentado que hacemos muy mal en quitar en el ser humano el sentido de responsabilidad y, dentro de él, el de culpa. 
Dejo las cosas ahí, la próxima vez terminaremos con este tema dividido en tres partes.